Cuestión de emociones: ¿Primarias o Secundarias?
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Un soleado día de verano, esos en los que el sol irrumpe en la piel invitando a que ésta deje escapar su agua más preciada, Alegría se encontró con Sorpresa en la puerta de la panadería.
Alegría, tan llena de disfrute, gratificación y felicidad se dirigió a Sorpresa con un tono amistoso:
¡Hombre! Qué fortuito encuentro Sorpresa. Qué bien te veo, te sientes tan bonita como la última vez que nos encontramos.
A lo que Sorpresa, estupefacta le respondió:
¿De veras Alegría? ¿Tú crees? Me asombra encontrarte por aquí, pero, ¡qué suerte vernos!
A la espera de los respectivos turnos de cada una de ellas, comenzaron a entablar una interesantísima conversación. Ésta versaba de sus vidas, de cómo siendo familia en ocasiones pasaban tanto tiempo sin hablarse. Hablaban también de cómo habían cambiado en el transcurso de sus vidas; que si ya no eran tan niñas, que ya no les sorprendían las mismas cosas, que en ocasiones las alegrías eran difíciles de controlar provocando así grandes sobresaltos… Sin lugar a dudas, había pasado tiempo. No sabían realmente cuánto, pero tenían tantas cosas que contarse la una a la otra que los minutos se escapaban al reloj que daba turno en la tienda.
¿Siguiente? Buenos días, querida Sorpresa. Tan bonita y sorprendente como siempre. ¿Qué deseas hoy?
Buenos días Amor –respondió Sorpresa-. Tú siempre tan amable, gentil, dedicado y confiado. Me gustaría la tarta más extraordinaria que tengas, pues es el día en el que hace 3 años falleció el papá de Tristeza y me gustaría ayudarle a transformar positivamente esta fecha.
“¡Uao! Me estremecen tus palabras – añadió Alegría-. Para mí una barra de pan si es posible, Don Amor, por favor.
¡Claro que sí chicas! Qué idea tan maravillosa la de transformar los sentimientos adquiridos tras un shock de semejante envergadura Sorpresa. Si es que cada día traes algo nuevo, mejor y prodigioso. Mucha suerte con ello. Te ofrezco esta tarta, creo que es la adecuada. La realicé yo mismo, pero mientras la hacía pensaba en mi amada mujer Miedo. Por lo tanto, se evidenciará la ansiedad, el desaliento, la pena, la nostalgia y la depresión que tanto la caracterizan pero, no te sobresaltes, pues con una pizca de atrevimiento y esfuerzo, he logrado que evolucionen los ingredientes en delicados suspiros de aceptación del duelo, autocompasión positiva y esperanza.
Qué buena pinta tiene. Estoy segura que ello nos unirá más y conseguiremos aumentar su confianza. Muchísimas gracias Amor. ¡Hasta que las flores canten! Siempre que te veo me alegras más el día Alegría, qué sigas igual de radiante que siempre. Me voy que no llego –se despidió Sorpresa, apresurada con la tortada entre las manos-.
Gracias por el pan Amor. Ese desinterés por el beneficio propio que te caracteriza es precioso. Tenemos suerte de tenerte en el barrio. Yo te vuelvo a ver mañana, si llueve quizás no venga. He de comprarme un paraguas, unas veces me cuesta más que otras dar el paso pero te aseguro que aunque no salga el sol, intentaré venir a por el pan, y a verte –dijo Alegría entre delicadas risas entrecortadas-.
Adiós Alegría, sigue iluminado el camino de cada día.
Tenemos una vaga idea del lugar del que provienen nuestras emociones, aunque los científicos tampoco lo tienen tan claro. A pesar de las diferentes opiniones y teorías que se pueden recoger respecto a la evolución de éstas, detallaremos aquellas en las que la gran mayoría coinciden, las llamadas “emociones primarias” o “emociones básicas”. Se entiende por emoción primaria a aquellas respuestas físicas que se vieron controladas por el cerebro y que nos permitieron sobrevivir a organismos antiguos en tornos hostiles y a su vez concebir y que tienen un carácter universal. Suelen estar coreadas de indicios fisiológicos y psicosomáticos, por ello son las que producen, entre otras manifestaciones, una disposición típica de afrontamiento y una expresión facial característica. Su intensidad variará dependiendo del estado de ánimo en el que se encuentre el sujeto, de su personalidad, de su estado físico y del estímulo que lo acompañe.
A continuación, encontramos las emociones en las que coinciden numerosos autores.
No obstante, la emoción de sorpresa suele estar catalogada como emoción secundaria, producto de la alegría el miedo.
Robert Plutchik (1980), identificó y clasificó las emociones que identificó y clasificó las emociones, determinó que se experimentan 8 categorías esenciales que motivan distintas clases de conducta adaptativa. Para ello, utiliza un círculo de emociones, semejante al círculo cromático donde se lleva a cabo la creación de otros colores a partir de la mezcla de los colores elementales. Según dicho autor, cada emoción esencial ocupa un lugar en el círculo. Las combinaciones compuestas por dos emociones primarias se denominan ‘díadas’. Las formadas por emociones básicas adyacentes en el círculo se llaman ‘díadas primarias‘; las compuestas por emociones básicas separadas entre sí por una tercera se llaman ‘díadas secundarias’, etc. Así pues, en este razonamiento, el amor es una díada primaria que nace de la mezcla de dos emociones básicas adyacentes: la alegría y la aceptación, mientras que la culpa es una díada secundaria formada por la alegría y el miedo, que están separadas por la aceptación.
En definitiva, nuestro corazón siempre tiene algo que decir a nuestro pensamiento, o mejor dicho, la amígdala que recluta estímulos para posteriormente reaccionar, siempre se adelanta a cualquier razonamiento lógico. Por este motivo, hay una gran variedad cromática en cuanto a las emociones que determinan cada uno de nuestros sentimientos.
·Bibliografía consultada:
- Álvarez, M. (Coord.) (2001). Diseño evaluación de programas de educación emocional. Barcelona: CISSPRAXIS.
- Goleman, D. Inteligencia emocional. Editorial Kairos. 2002.
- Goleman, D. La práctica de la inteligencia emocional. Editorial Kairos. 1999.